El Cementerio fue fundado el 30 de marzo de 1872. Sería flanqueado por el Británico a partir de 1886 y por otros dos cuerpos: uno sobre Camino de Propios (actual Br. José Batlle y Ordóñez) y otro, en frente, del otro lado de la Av. Gral. Rivera, levantado en un terreno donado por el Dr. Juan José de Herrera en 1912.
Se caracteriza por su rica mezcla de épocas antiguas y contemporáneas, creando un entorno visualmente atractivo y un importante "espacio" ciudadano.
Al recorrerlo, encontramos innumerables motivos escultóricos y decorativos. En las secciones más antiguas, destacan alegorías como el Jesús crucificado, la joven que llora con desconsuelo, la columna quebrada, la clásica Piedad y el niño afligido.
Con el tiempo, la estética se fue refinando. Desde finales del siglo XIX, se comenzaron a contratar escultores especializados, cuyos trabajos a menudo contenían significados esotéricos. Entre ellos, destaca un monumental panteón de mármol negro coronado por una esfinge, adornado con motivos egipcios. Cerca de la entrada principal se halla la tumba de Francisco Piria, considerada un símbolo alquímico, que presenta el Uroboros (la serpiente que se muerde la cola) en su parte trasera, y la enigmática frase "Yo y Ella" al frente.
El escultor Eduardo Yepes dejó varias versiones de La Piedad en el cementerio, siendo la más notable una en relieve ubicada a solo una cuadra de la entrada, en el panteón de la familia Gutiérrez Blanco, que refleja su característico expresionismo.
Otro destacado escultor presente en el Buceo es Juan Manuel Ferrari, cuya alegoría de un "hombre desesperado" adorna un panteón en la calle central. Sin embargo, hay muchos más artistas nacionales que han contribuido con obras significativas en este lugar. También es notable la versatilidad de Enrique Lussich, un especialista en motivos funerarios, cuya habilidad para adaptarse a las demandas de sus clientes se puede observar en cada rincón del cementerio.